3.6.08

Pero nunca ocurrió...

Estoy sentado dentro del auto, detenido frente al río, estacionado en los confines de un paseo en construcción, al norte de la ciudad de Buenos Aires.

Existen pocos sitios así; amplios, vacíos, vedados a la prolijidad; suelen ser lugares en transformación.

Frente a mí crece (lo hacen crecer mejor dicho) un anfiteatro gigante.

De espaldas al río, ocupando un lugar de privilegio en el horizonte, la estructura de hierro y hormigón apenas se divisa del fondo nubloso y de su reflejo en el agua.

Escucho radio (un adelanto del nuevo disco de Illia Kuryaky & the Valderramas que acaban de anunciar como primicia) y me ocupo en mi tarea favorita, la creación de supuestos:

Tarde o temprano –arriesgo-  el dúo tocará sobre este escenario los mismos acordes que ahora escucho.

La música prefigura la escena (y también la anuncia); los árboles, los escombros que defienden la costa, alguna de las gaviotas que descansan sobre una hormigonera, y el viento (mudo para mi), anticipan sus signos; mi mirada oficia de médium.

El arquetipo de una noche futura acaba de ser concebido y me incluye en su dictamen.

Trato de registrar la  imagen. Podré reconocer la forma de su retorno (imagino un instante de multitudinario silencio) la noche del recital.

Pequeña, pequeñita magia de la tarde.