13.11.08

Reporte desde Hollywood

Estoy en un restaurant very fancy de Hollywood.  
Pasé toda la mañana buscando locaciones para una filmación y necesito una dosis urgente de glucosa para volver a sonreir. Por la ventana miro el tránsito de gente de película. Mediodía soleado. Todos parecen hacerle el aguante al glamour.
Más temprano me crucé con Matt Groening. Ahora comparto la mesa con un compañero de trabajo y un ejecutivo de la TV.
El restaurant explota. Está lleno de gente que parece importante; artistas, productores, directores, ejecutivas. Todos bebemos agua mineral.
Me siento en una novela de Bret Easton Ellis.
Intento imaginar qué pensarían en el barrio si me vieran acá.
Suena el teléfono. Los celulares son dispositivos que en realidad comanda un otro a distancia, haciéndolo sonar cuando quiere y dónde sea; por eso me entero que recibí una intimación judicial por una deuda.
Miro el salón con un poco más de atención.
Mucho ceniciento y poco príncipe.
Muchos personajes sacándole toda la leche que pueden a sus zapallos de cristal.
Comemos y apuramos un café. Nos levantamos y salimos. Todos nos siguen con la mirada cuando nos subimos al Mercedes negro que alquilaron para que llevemos al pez gordo que nos acompaña.
El americano hace chistes respecto a los Emmy que tiene en su oficina. Aunque gana en un mes lo mismo que yo en tres años no deja de ser un compañero de trabajo.
Extraña jornada, tempranito me topé con el creador de los Simpsons en una librería y ahora miro la ciudad por la ventana escuchando anécdotas sobre él que me cuentan de primera mano.
Dejamos atrás Palermo y entramos a Buenos Aires.
A la noche deberé llamar al ACA para que arranquen el auto y mi mujer pueda ir a su curso. También tendré que conseguir monedas para el colectivo de mañana.
Pero ahora disfruto del asiento de cuero y del aire correctamente balanceado mientras les dedico un pensamiento a mis colegas del restaurant:
Manga de boludos, hoy soy más jóligud que todos ustedes.