25.5.09

La aristocracia pobre


Domingo. Me levanto temprano y voy a la feria.
La pescadería es mi puesto favorito.
El destacado del día: Filet de salmón a treinta y ocho pesos el kilo. 
Compro una pieza de casi novecientos gramos por treinta y dos pesos. En la verdulería, dos paltas, medio kilo de tomates y uno de papas.  En el almacén,  agua mineral y una gaseosa en envase retornable de vidrio. 
Menú para cinco: bifes de salmón a la plancha con guacamole y papas al natural. Gaseosa o agua mineral.  
Costo por persona: $ 8,20
Costo del combo Mc Nífica:  $ 18.-
Fronteras culinarias y gastronómicas que nos separan.
A un aristócrata pobre  lo definen dos rasgos: el buen comer y su compromiso con el ocio.
El ocio no debe regularse.
Nada de ocio creativo, no hace falta justificación. 
Pero el ocio debe estar asociado a la modestia.
No sacar provecho de nadie, ni vivir del esfuerzo ajeno, es necesario. 
Caliento la plancha, pongo a hervir las papas,  pelo los tomates y la palta,  corto todo en cubos. El guacamole de hoy no llevará tabasco ni cebolla, solo un poco de oliva, limón y sal. 
Corto los bifes bien gruesos.
Nada exótico, solo cuidado y conciencia.
No se reniega de la experimentación ni de a la expresión personal, pero se practica moderadamente.  El pasaporte ético al hedonismo es la simpleza.
Tampoco se trata de un sacerdocio, las aventuras bromatológicas en la comida callejera son de rigor.
La bestia ya ha sido asimilada. Los frutos de la tierra la acompañaron respetuosamente.
En los años de ejercicio -esto es, antes de la llegada de los niños-  sobrevendría una caminata, una improvisada merienda, y  enseguida la cena necesaria para templar el ánimo y disponerlo a las bondades de la noche. 
Paciencia.
Luego del repliegue viene la expansión. 
Cuando las condiciones vuelvan a ser favorables liberaremos nuestra austera, refinada y desaprobable vanidad.
Mientras tanto nos ocultamos en la cocina.

"la vida es una sucesión de asados".
                            Willy Polvoron